NUCLIDE - PARADISE
Fernando Gularte
La Primavera llegaba por fin a aquellos parajes olvidados; aunque históricamente hablando, tristemente célebres.
El paisaje cubierto de un blanco infinito, acompañado por momentos de un gris plomizo, iba dejando espacio a una variedad más amplia de colores.
Incluso el parque de diversiones, comenzaba a mostrar tímidamente, los oxidados esqueletos de sus juegos milenarios. Vestigios de una pintura primigenia, se rehusaban a abandonar a esas frías estructuras metálicas, en un siempre continuo estado de descomposición.
Ahora formaban parte de la nueva biología en complicidad con improvisados e invisibles agentes.
Al fondo asomaban otras estructuras igualmente esqueléticas. Pero ahora, formadas por cemento. Les llamaron en su momento; apartamentos, curioso nombre para esa especie de cuevas, más bien nidos de dimensión considerable; estructuras geométricas simples y bien definidas, bastante insulsas en cuanto a lo creativo. Felizmente, pronto estarían tapizados de hermosas enredaderas, dueñas de exquisitas flores variopintas.
En la lejanía ya, el inmenso bosque, ahora nevado, esperaba impaciente la tibieza de un nuevo sol, para irradiar con su esplendor, cientos de kilómetros cuadrados.
Ese bosque, de millones de años, hogar de numerosas y fabulosas especies, únicas en este planeta, tuvo en su momento, las armas necesarias para luchar contra lo que hubiera sido su inevitable devastación.
Único sobreviviente de los antiguos ecocidios antropocénicos, fue capaz así de conservar las reliquias biológicas de las cuales disfrutamos hoy en día y que estudiamos y analizamos maravillados.
Verdaderos tesoros que hemos sabido replicar no solo en nuestra galaxia original, sino también en otros rincones del Universo.