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LA ÚLTIMA DECISIÓN
Víctor Gríppoli
 
 
 
Los ojos de Tyron contemplan desde un promontorio lo que otrora fue la ciudad de Buenos Aires, aquellos gloriosos edificios que una vez se alzaron majestuosos ya no son más que restos semi sumergidas por las aguas. Ha cambiado tanto el mundo desde la Ruina…y pensar que no han pasado más de veinte años.
 
Veinte años desde que la mismísima luna se partió debido al odio y la codicia humana, llegamos hasta el límite de lo tolerable y todo se fue al demonio… El cuarentón de gabardina, lentes negros, con barba incipiente y cargado de armas de todo tipo recuerda cuando era un joven y caminaba por esas calles hundidas, la risa de su madre, la mirada tranquila de su padre, aquella novia tan bella de Olavarría con sus dorados cabellos al viento. Los dos paseaban por Veinticinco de Mayo y él miraba aquellos objetos con pantallitas llamados móviles donde tenía el mundo al alcance de su mano.
Nada de eso existe ya, ni aquella muchachita que fue comida por los caníbales fruto de las mutaciones radioactivas del desastre de Córdoba, ni su familia que fue arrasada junto con toda aquella hermosa ciudad… ni los teléfonos, ni los estados… ni la sociedad occidental… ya no queda nada…
No, es mentira. Piensa mientras enciende un tabaco bastante reseco, existe la Resistencia, son ellos, los únicos sobrevivientes de la humanidad contra todo el resto del orbe. Y a pesar del dolor, las heridas, el sufrimiento de ver a sus compañeros caer. Sabe que no puede rendirse ahora. Más cuando está a punto de enfrentarse a la misión más difícil de su vida.
Deja de contemplar aquel camposanto de vidrio y cemento y se sube a su aerodeslizador, se va a toda velocidad volando sobre las aguas y dejando una estela blanquecina. Es hora de retornar a la base de la Resistencia.
A Tyron nunca le gustó vivir bajo tierra pero sabe que no hay otra opción, sigue caminando por el pasillo oscuro para ver a su amigo y líder. Todos en la base están dañados por la Radiación Omega, eso ha alterado el código genético de lo que queda de la humanidad de forma definitiva, lo mejor es no tener hijos, o sale un engendro mutante, un vampírico o un humano normal… bueno a no ser por el daño Omega que es incurable… hasta ahora… de eso se trata la misión final y sólo él puede hacerla.
 
Daniel se acaricia su gran barba blanca y piensa en el pasado, el maldito ya era viejo cuando estados Unidos atacó Corea del Norte y estos lucharon hasta el último hombre y al final hicieron estallar las bombas en ese gran suicidio colectivo… ese fue el origen de todo, luego el Estado Islámico se apoderó de los bancos secretos de armas químicas del gobierno en las sombras y las liberó en Europa matando a casi toda la población, de las cenizas se alzó el nuevo Reich Vampírico y exterminó a los islámicos, luego volaron las bombas atómicas y las bombas Omega… y los robots asesinos cazando humanos a diestra y siniestra… y los mutantes caníbales. Una orgía de sangre sin fin, de anarquía genocida donde todo el mundo se sumió en la decadencia final que ya se anunciaba desde los ochenta.
 
A todo ese gran pedazo de mierda se lo llamó la Ruina y en la batalla final con el Reich Vampírico volamos la luna e hicimos que se inundara medio mundo.
—Daniel. Aquí estoy. Me siento preparado para partir.
—Tyron. Querido amigo. ¿Eres consciente que tendrás que entrar en territorio prohibido? Hay mutantes, vampiros del Reich, zonas con radiación Omega… quién sabe qué más… Llévate algunos hombres contigo.
—No, quiero viajar solo, será más fácil y es mi tarea, debo hacerlo por mis medio. Perdería tiempo salvando la vida de los muchachos, sabes que soy el mejor en lo que hago.
—Necesitamos ese ADN, si lo conseguimos podremos generar un antídoto contra la radiación Omega, ya no nacerían ni más deformes ni mutantes…
—Ni vampiros que destrozan el vientre de su madre. No puedo olvidar esas escenas con facilidad. Voy a traerlo a como de lugar. Si ellos pueden esconderse en esa zona maldita yo puedo entrar a buscarlos.
—Como ves en el mapa pasando el centro de Buenos Aires hay una zona que no ha quedado sumergida, suponemos que en el sector AZ- 5 está su guarida.
—Perfecto, claro como solía ser el agua, prométeme que no será en vano, que podrás hacer el antídoto.
—Lo prometo. Sabes que Inteligencia no se equivoca, ellos están ahora en esa zona, descubrieron que íbamos a ir por ellos. Se ocultan y son protegidos de alguna forma por toda la podredumbre que vive en la ciudad.
—Me voy. No importa cuantos peligros acechen si eso cura a la humanidad los traeré conmigo.
Daniel vuelve a acariciar su barba y saluda a Tyron que se marcha, sabe que es su hombre más leal y también sabe que lo ha perdido todo y eso ha endurecido su corazón. Su novia de la juventud, su familia, su esposa al estallarle el vientre, aquel niño vampiro que chillaba hasta que el propio Tyron le voló la cabeza con su escopeta de caño recortado salpicando de sangre lo que fueron antes las paredes de una casa llena de amor.
El aerodeslizador corta el viento y vuela entre los edificios ladeados. Debe llegar hasta una zona donde pueda seguir a pie. No le interesa si lo descubren, lo harán tarde o temprano y ya no está para sutilezas. Desde detrás de las gafas observa un movimiento en los pisos altos de una torre ruinosa. ¡Son ellos! ¡Al fin un poco de acción!
Llega a tierra y deja el vehículo oculto detrás de un grupo de plantas mutadas, Tyron desenfunda su escopeta y coloca sobre su mata de pelo las antiparras que siempre lleva consigo.
Su oído se ha afinado con años de cacerías. Puede hasta oler a los miembros del Reich. Sabe que vienen por él.
De la oscuridad surge un ser de miembros flacos y rostro blanco, sus colmillos monstruosos buscan la sangre a como de lugar. A pesar de su gran velocidad de movimiento los dos cartuchos impactan en su pecho y lo deshacen mientras el aúlla por última vez. Su compañero es más inteligente y no se presenta ante un miembro de la Resistencia sin un arma de fuego, de su gabardina negra retira una automática y dispara repetidas veces.
* ¡Muere humano! No estás en tu territorio, esta ciudad ahora nos pertenece.
—No opino lo mismo. —dice Tyron desde el suelo luego de rodar reiteradas veces para evitar los impactos y mientras con su mano izquierda recarga con dos cartuchos rojos la escopeta y la acciona.
Las vísceras del vampiro quedan esparcidas por todo el lugar pero todavía no muere y entre alaridos trata de reincorporarse. El miembro de la Rebelión se acerca lentamente y desenfunda su cuchillo de plata, acto seguido corta el cuello de la criatura y esta de una buena vez deja de sufrir.
Ahora hay camino libre… Inteligencia había marcado el refugio en el mapa unos kilómetros más adelante, escondidos entre las ruinas de un grupo de edificios a medio derrumbar.
Comienza a caminar siempre observando los alrededores de la urbe devastada, los viejos coches destrozados, aquellos que antes fueron objeto de codicia y de estatus social, los tristes almacenes y comercios populosos que ahora anuncian con sus letreros a inexistentes compradores de un sistema fenecido. Todo tan inútil como las señales de tránsito que sobre sus fierros torcidos indican comportamientos que ya nadie sigue.
Si algo ha aprendido Tyron es a observar si algo brilla en las alturas de las ruinas. Contempla un resplandor cercano, sin duda algún adorno de un vestuario. Y los únicos que se preocupan por esos devenires estéticos son los Lores de Reich.
El resplandor vuela y cae a escasos metros de su persona, ahora puede verlo con detenimiento, una figura larga de rostro cadavérico, cabello negro que se explaya hasta la cintura, una gabardina de igual color con adornos de acero, eso era lo que brillaba bajo aquel sol de mediodía.
—Un miembro de la Resistencia… Tyron. ¿Qué buscas?
—Nada de tu incumbencia mi querido Demian. Sólo salí a tomar un poco el fresco. Y si me encontraba con alguno de ustedes… darle muerte, si quieres puedes buscar a tus dos amigos, se están pudriendo por aquí cerca.
—Me molesta que entres a nuestra tierra, habíamos llegado a un pacto con los tuyos. No queríamos intrusiones.
—Hay un motivo de fuerza mayor. Debo llevarme algo que salvará a los de mi raza de las enfermedades de la Ruina. Déjame pasar. Estoy cansado y hace mucho calor.
—No puedo, sabes que mi código de honor me lo prohíbe. –A velocidad pasmosa desenfunda dos pistolas y dispara, una de las balas roza el hombro de Tyron y este cae.
Tyron sigue gateando y se oculta detrás de un grupo de escombros, se retira el rifle de balas de plata que tenía colgado en la espalda.
Ahora no sabe dónde está la criatura. Se lleva la mira al ojo y espera. El brazo le pulsa de forma desesperada haciendo que el dolor se irradie por todo su cuerpo, no es momento de pensar en eso. Ahora no. Debe estar atento para enfrentarlo.
Por el rabillo del ojo derecho detecta al Lord. Se aproxima corriendo y disparando. Un par de balas pasan muy cerca de la cabeza del rebelde. ¡No debe moverse! El tiro debe ser preciso… El primero no acierta, es culpa de la herida, se siente desbalanceado. Las gotas de sudor perlan la frente de Tyron.
Acciona el gatillo y la bala plateada, lo único que puede herir a uno de su casta le atraviesa el codo.
El vampiro se detiene en seco, no mira al humano. Escucha algo que se aproxima. También el rebelde lo había sentido pero en el fragor del combate lo había olvidado.
—Te salvarás esta vez maldito bastardo. Se aproximan esos asquerosos zombis, deben haber olido tu sangre. Fue un buen combate. Espero verte pronto y terminarlo.
Salta de nuevo hacia las alturas y se pierde entre los edificios. Ahora hay asuntos más importantes que atender, no se puede decir que los mutantes de la Ruina sean precisamente zombis, han perdido la conciencia de sí mismos y su cuerpo está brutalmente deformado… lamentablemente han tomado un gran cariño por la carne humana y ahora Tyron vendría a ser el plato principal.
Los ve doblando la esquina, son decenas de ellos. Algunos babean de forma infame, se les escapa el líquido entre los pocos dientes que les quedan, otros tienen alguna orbita vacía formando un pozo de negrura en esos rostros que solo poseen una única expresión, la de un hambre insaciable y una sed en igual medida por sangre.
Sabe que las balas de plata son preciadas pero es ahora o nunca, debe matar a los más cercanos antes de pasar a ser un cadáver.
Le vuela la tapa de los sesos a tres de ellos y erra el cuarto disparo. Coloca un nuevo cargador en el arma y aniquila a dos más de sus rivales. Ahora es el momento de correr. Correr como poseído por el diablo mismo. Si no alcanza el refugio escondido no habrá esperanza.
Cada cuadra se le hace eterna, la herida sigue reclamando atención a pesar de no ser de gravedad y siente las piernas cansadas con cada zancada. Detrás de él las criaturas se mueven con lentitud aunque de una forma metódica. Toma la pistola de su lugar en la parda gabardina y clava una bala entre ceja y ceja de uno de los mutantes cercanos. Con eso puede ganar unos minutos más.
Al fin llega hasta el lugar asignado, era justo como decía Inteligencia. Hay una puerta reforzada cerrada con candados y cadenas, pasaría desapercibida si uno no sabe lo que se está buscando. Ahora no hay tiempo para sutilezas. Enfunda el arma corta y con dos cartuchos de escopeta vuela la precaria pero útil defensa. Ya del otro lado busca algo con lo que cerrarla nuevamente, rebusca entre los escombros y halla una vara de hierro oxidada, la coloca en la puerta y la traba.
Detrás hay un pasillo que baja hasta las entrañas de la tierra, mientras más se aleje de la puerta más rápido se irán los mutantes al no oler su sangre. Comienza a caminar, no hay guardias… tal vez estén más adentro si sabían que hay hordas recorriendo la ciudad, lo que sí es visible es actividad humana, debe haber algún generador ya que el túnel está iluminado por bombitas de baja intensidad, debe haber sido un gran trabajo encontrarlas entre los despojos del mundo.
No es momento para distraerse. Vuelve a desenfundar la pistola. Se ve luz al final de aquel pasillo mortuorio. Es una especie de cueva excavada en la roca. ¿Cómo llegará la electricidad a la misma? ¿Algún generador a nafta? No, muy costoso y de bajo rendimiento.-Piensa Tyron. Debe ser un grupo de paneles solares en algún edificio cercano los cuales transmiten la energía por algún cableado.
Entra a la cueva y todavía no se observan rastros de los humanos. Sabe que son un grupo muy pequeño. Se fueron de la tribu central a esconderse en este tugurio peligroso pensando que los vampiros y los mutantes los protegerían de él. De la Rebelión. Qué irónico, un humano buscando seguridad detrás de los más terribles enemigos de la especie.
Tyron encuentra a dos de ellos muertos sobre un catre, tienen claros síntomas de haber sido agredidos por mutantes. La mujer tiene la garganta herida y con un pésimo vendaje, el muchacho, posiblemente un familiar por el parecido físico está plagado de mordidas. Debe haber tratado de defender a la mujer y pagó las consecuencias de tal imprudencia.
De pronto una voz masculina se hace presente.
—Ya les dije a los de tu tipo que no vamos a entregarlos. ¡Han sido un regalo para la humanidad! —El rebelde gira y encuentra a un hombre con la ropa hecha girones y portando una pistola de gran tamaño.
— ¡Mira donde se encuentran, no tienen posibilidades aquí, están a la merced de los vampiros, los Necromansers, los mutantes convertidos en zombis! Por lo menos de esta forma salvarán a toda la raza humana. Y si se hubieran quedado en el bosque sucedería lo mismo. Tarde o temprano alguno de nuestros enemigos los haría pedazos y este milagro se echaría a perder.
—Si ese milagro sucedió fue porque nuestra tribu estuvo siempre alejada de toda la putrefacción de sus guerras. ¡Incluyendo las de ustedes! ¡Hasta se han cargado a la luna! Parece que no tiene fin su ambición.
—Te lo diré por última vez. ¿Lo harás por las buenas o por las malas?
—Sólo se irán si nos matas a todos.
Acto seguido el hombre misterioso dispara pero con mayor acierto del esperado en un nativo, logra atravesar la gabardina cerca del estómago. Tyron no duda y lo termina de tres balazos. El cuerpo cae con un golpe seco y ya sin vida.
Ante la muerte de su líder dos muchachos de no más de veinte años y también portando ropas mugrosas salen del abrigo de las sombras, no llevan pistolas ni armas de fuego, solo dos lanzas largas. Pero son hábiles con las mismas y logran herir en la pierna a Tyron.
La pistola se le cae de la mano al recibir el impacto, de todas formas con toda velocidad toma la escopeta recortada y sega la vida de uno de los hermanos. ¿Es que todos son familia en este antro?
El otro pierde concentración al ver el fallecimiento y el rebelde descarga el otro cartucho en la cabeza del joven. En instantes ésta queda reducida a una masa sanguinolenta.
Al parecer ya no quedan contrincantes. Comienza a buscar casa por casa sin hallar nada. ¿Habrán escapado en el último instante? No puede ser, sus sentidos agudizados lo habrían detectado.
Comienza el llanto de un niño… no… son dos. Tyron apresura el paso y entra con un golpe a la puerta a la casucha en la roca.
Ahí está la madre asustada de los mellizos. Ha encontrado a su objetivo. La joven muestra signos de estar aterrada, en su intento de escape los pequeños se despertaron y comenzaron a llorar.
—No te los lleves, son la esperanza de la humanidad. —pronuncia entre lágrimas que corren por su sucio rostro.
—Podrás tener otros, pero estos los necesitamos ya mismo para comenzar a preparar la cura de la humanidad. Es imposible que sobrevivan con ustedes aquí, fue un error venir a la ciudad. Dámelos.
—No puedo… Son mis hijos… No puedo dártelos.
—Entiendo. Yo hubiera hecho lo mismo pero debes entender que no tengo opción. Si los perdemos todos morimos.
De un golpe en el rostro Tyron deja inconsciente a la madre y envuelve en una tela a los dos mellizos, los acuna hasta que se calman.
— ¿Vas a matarlos? Y supuestamente yo era el monstruo que acecha en las sombras, la criatura de colmillos que se alimenta de sangre de vírgenes. Bueno. En realidad con las vírgenes prefiero dedicarme a otros menesteres.
—Demian… ¿Es que eres ahora la voz vampírica de mi conciencia? Sí, van a matarlos, es la única forma de tener la suficiente cantidad de ADN para generar la cura. Luego generaremos una vacuna que limpiará nuestro sistema y ya no daremos a luz vampiros ni mutantes. ¡Es nuestra última chance!
—Es degradante… pero todavía tienes la última decisión. Huye con ellos, sálvalos, únete a la tribu. Dentro de algunos siglos habrá entonces muchos más humanos puros y hasta con un poco de suerte nuestras razas podrán convivir y liquidar de una buena vez todos los parásitos mutantes de la Tierra.
—Sabes que eso no es posible. Me hablabas de un código de honor, de alguna forma yo mantengo el mío. Con este acto cumplo mi promesa de salvar a la raza humana. Es lo que debo hacer… ya no puedo elegir.
—Lo entiendo. Por tu mente nunca cruzó la idea de arrepentirte o escapar. Cruzaste una de las zonas más peligrosas del mundo para venir a robarte dos bebés y entregarlos como un sacrificio a tus dioses de la ciencia. Piensa en la noche, si es que todavía no te has volado la cabeza con alguna de esas benditas armas tuyas en lo que
has hecho. El beneficio de muchos sobre el beneficio de pocos. En la práctica es una idea sensata. Matar dos infantes para salvar a todo un planeta. ¿Pero es ética? ¿Dónde están los límites que debemos imponernos a nosotros mismos?
—Lo dice un lord Vampírico miembro del Reich. Debes ser el primero en la lista al Nobel si de nuevo volviera ese premio. No vas a convencerme de escapar, puede ser que hagas esto o lo digas en beneficio propio, no te conviene que la humanidad tome fuerzas y le patee el trasero a los tuyos. Es mejor tener trescientos años para planificar el próximo paso. Total. ¿Qué son tres centurias para alguien que vive miles de años?
—Te equivocas Tyron, no lo hago en beneficio propio, entiendo tus motivos y te dejaré ir. En el estado que te encuentras podría aniquilarte con solo un movimiento, estás herido por todos lados y no tienes mucha munición, la que te queda la necesitarás para escapar y llegar a tu transporte.
—No necesito de tu pena. Volveré y terminaremos esta batalla nuestra que ya lleva tanto tiempo.
—Ya sabes dónde encontrarme. Adiós Tyron. Todavía puedes cambiar, no los mates. Huye con ellos.
Sin mirar atrás el rebelde abandona el lugar, de nuevo se encuentra a la luz del día. Al parecer no hay rastros de los mutantes pero no hay que subestimarlos. Debe dejar Buenos Aires lo más rápido posible.
Por un instante mira aquellos dos rostros perfectos. Son tan inocentes, tan rosados, con ojos tan pequeños… No debe pensar. ¿Qué son dos muertes más en esta era? Serán para siempre los héroes de la raza humana. Serán alabados. Tyron no puede caer en la trampa del vampiro, sabe que esos seres místicos son hijos del diablo y todo lo que salga de sus bocas es fruto prohibido por más que parezcan palabras dulces y sabias.
Sería tentador escapar, sería tentador vivir una vida tranquila, sin asesinatos, sin volarles las tripas a adolescentes. Sin matar a tu propio hijo nacido vampiro…
Pero no… no es momento de dudar. Tyron se ajusta la gabardina marrón, su boca se une formando una línea fina. Está tenso pero ha logrado lo que quería. Debe comenzar a caminar. Ya no falta mucho para el atardecer. Detrás sabe que está Demian, observándolo fuera del refugio… La mirada de su rival… y hasta de alguna forma su amigo lo juzga y se clava en su alma como un par de puñales. De todas formas sabe que ya no hay otra opción.
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