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LAS SEMILLAS
Adriana Fernández
Alicia, doce años, alta delgada de piel muy blanca y cabello lacio castaño. Sus ojos grandes almendrados le permitían ver todo, observar y curiosear con una intención casi científica. De hecho, le gustaba investigar sobre las plantas, experimentar con ellas y soñaba con dedicarse a la botánica cuando fuera grande. Se caracterizaba por ser muy movediza y alegre.
Un día salió de vacaciones a acampar con su familia en la ribera de un río, lo que causaba mucho entusiasmo en Alicia pues podría estar en contacto directo con especies nativas sobre las que tanto había leído.
Llegaron después del mediodía y la niña decidió salir a explorar mientras sus padres y hermana menor armaban el campamento.
Caminó por un sendero, con mucha precaución para no tropezarse con las raíces de los árboles nativos, sacó fotos, recogió semillas y muestras de hojas. Descubrió que le gustaba estar allí, que sentía paz y una calma inexplicable.
Caminó un poco más hasta que de pronto escuchó unos pasos, se detuvo y espió detrás de un coronilla. Sus ojos se agigantaron al ver cómo dos jóvenes excavaban un pozo. Se los veía algo nerviosos y muy apurados, como si quisieran ocultar algo.
Alicia no quería ver, no quiso saber de qué se trataba todo aquello, pensó que estaba de vacaciones, que no sería cómplice de quién sabe qué y que no alarmaría a su familia. Entonces decidió negar lo poco que vio, no hacer conjeturas y olvidarse de ello.
Con sumo cuidado regresó al campamento y no hizo comentario alguno. Sólo mostró las “raras” semillas recogidas, las que serían guardadas en su colección y se sentó a descansar. A la noche no podía dormir por más que lo intentaba, trataba de concentrarse en el sonido de los insectos y aves, pero la imagen de los jóvenes excavando no se iba de su cabeza. Al día siguiente repitió el recorrido por aquel sendero y muy tentada de ver “algo” se ocultó tras el coronilla y estuvo un buen rato esperando a ver si volvía alguien a destapar aquel pozo, que habían cubierto con hojas. Aunque sintió curiosidad no se animó a acercarse y decidió retornar al campamento. Su mente no paraba de imaginar cosas: ¿y si eran asesinos y allí sepultaron a alguien?  Tal vez eran ladrones y escondieron el botín..o quizá eran chicos jugando a explorar...pero ¿por qué estaban nerviosos? Bueno, Alicia decidió no saber, negar haber visto algo en caso de que le preguntaran. Durante los siguientes tres días trató de disfrutar del campamento con su familia y ni siquiera se acercó a aquel sitio.
Al año siguiente regresaron y en esa ocasión se animó a caminar por el sendero y llegó al misterioso lugar. Se ocultó tras el coronilla y se sorprendió al ver aquel espectáculo de luz y color, ya que en el sitio emergía un arbusto extraño de hojas azuladas y flores verdes. Se animó a acercarse despacito pero cuando más se acercaba, el árbol se tornaba más verde y las flores de un tono amarillo opaco. Definitivamente era una especie extraña, perfecta para investigar. Atrás quedaron las intrigas, las suposiciones, los temores.
 
Al día siguiente, los noticieros informaban de una niña de trece años desaparecida misteriosamente en un bosque, y se supo que del mismo modo el año anterior habían desparecido dos niños que exploraban el monte nativo.
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